25 de septiembre de 2010

Dolor y muerte

Iba en un autobús, con un destino fijo, pero que ahora no importaba, el camino era recto y en bajada, el autobús se movía suave sobre el asfalto, yo me había sentado al lado de la ventanilla y el puesto a mi lado estaba vacío. El viaje era silencioso, tranquilo y somnoliento, pero yo no sentía sueño, quería llegar a mi destino a toda costa, no tenia sueño, estaba más bien entretenida, viendo el camino, el paisaje, miraba con especial atención el cemento que pasaba rápidamente por fuera del autobús.
Cuando el camino dejo de descender, el autobús comenzó abruptamente a girar, de un momento a otro cambiamos de dirección, pero aún así fue lento, había un gran charco en la esquina por la que doblo el autobús, un charco de agua, agua transparente y sin embargo oscura, parecía profunda, pero se veía a través de ella el asfalto a unos pocos centímetros de la superficie de éste el asfalto negro y brillante, también se veía el cielo, un cielo vivido pero cargado de tristeza y lamentos.
Tuve una sensación de vértigo a cada milímetro que avanzaba el autobús por aquella esquina, una extraña sensación de angustia, miedo pero aun así agradable, sentí que el tiempo se detuvo y pude observar mi rostro en el agua, era una imagen muy hermosa e irreal, una sensación vertiginosa y de adrenalina recorrió mi mente y mi cuerpo, fue un cuadro que mi mente quiso guardar para siempre. Sentí como todo se me venia enzima muy lentamente, poco a poco mi cuerpo se inclino sobre el vidrio. Pude escuchar los gritos sordos a mí alrededor, y sentir los golpes que nadie hiso, pero que pensaron en un intento frustrado de reaccionar. El autobús lentamente se estaba volcando sobre el agua, quizá no fue tan lento, pero para mí el tiempo se detuvo. Mientras seguía mirando por la ventanilla se sintió como la atmosfera se colmo de pánico, todo se movía, de alguna forma todos estaban agitados, todos menos yo, que estaba simplemente sentaba mirando como mi rostro se acercaba a aquel charco, apreciando esa imagen tan especial que nunca más podría ver.
De pronto todo de se apagó, no sentí nada, mi fin había llegado, pero no había un túnel, no había una luz, solo yo con mi vida, esa vida que se iba alejando de a poco, pero se detuvo, estuvo frente a mí y llegue al presente después de recorrer cada error y acierto que había cometido hasta ese momento, pude abrir mis ojos, y creí sentir como la mitad de mi cuerpo – que estaba suspendido de costado – estaba mojado, pero cuando pude ver bien me di cuenta de que no era así, un vidrio trisado me impedía tocar el agua, mire a mi alrededor como los demás cuerpos yacían por todo el autobús, veía todo borroso, pero se podían distinguir las siluetas de los pasajeros que me acompañaban.
Comencé a sentir las piernas, sentí como si me estuvieran clavando millones de clavos a la vez, una sensación que subió y recorrió todo mi cuerpo, hasta que llego a mi cabeza, sentí un intenso dolor en mi cabeza, sobre mi oreja izquierda – sobre la cual estaba apoyada – y pude ver que había un charco de sangre que rodeaba mi figura en el vidrio, esa sensación de humedad fue tenebrosa. El dolor y el frio se hicieron más intensos, la sensibilidad volvía a mi cuerpo y a cada momento era peor, era una sensación horrible pero de alguna forma agradable, sentí como mi cuerpo lamentaba cada golpe, casi pude oírlo quejándose, forme con éste una conexión tan fuerte que por primera vez en mi vida sentí que ese cuerpo era mío. Luego de unos momentos el dolor se hiso insoportable y agudo, creí escuchar un click en mi cabeza y todo sentido desapareció, mi mente había llegado a su máximo, eran demasiadas cosas para una mente humana, entonces fue cuando vi la luz, una luz que parecía mágica, me cegó y mis ojos se cerraron para descansar… después de eso desperté.

12 de septiembre de 2010

Cuando anocheció

El en atardecer el mundo, cuando yo era pequeña, podía alcanzar los rayos de luz con la yema de mis dedos. En el valle en que nació el sol subía un poco más cada año, siempre un atardecer, ni día ni noche, era como una condena, apreciaba haber visto el sol aunque sea en mi recuerdo más antiguo, esa sensación de simplicidad y satisfacción, ese cálido rozar sobre mis dedos. Mis padres me levantaban para que pudiera ver el son, y era hermoso, impresionante de ver.
El sol subía lentamente, al punto que casi desaparecía si luz sobre la montaña. Entonces fue cuando anunciaron que cometaria la noche, no quedaba mucho tiempo, y ya todo se estaba oscureciendo tortuosamente, me sentí tan mal, tan desganada, tenía sueño, ¿para qué abrir los ojos si nunca volvería a ver el sol?
Entonces Emprendí mi viaje, comencé a subir la montaña en cuya cima se encontraban los últimos rayos de sol, fue difícil, trabajoso y muy solitario, pero no me daría por vencida, haría lo que fuera por sentir ese calor otra vez. Legue a la cima, sobre la montaña, bajo el cielo, atrás mío la noche y delante el sol.
Frente a mí el ultimo atardecer, el único verdadero. Sentí por última vez esa luz, observando cómo desaparecía el sol lentamente en el horizonte, y cuando cayó la noche caí en la cina de esa montaña, simplemente me desplome en el momento en que todo se oscureció, esperaría con los ojos cerrados ver mi primer amanecer, esperaría a sentir de nuevo al sol todo el tiempo que fuera necesario, y en mi profundo sueño tendría presente la esperanza de volver a despertar y seguir con mi vida que en ese momento quedo congelada.