4 de octubre de 2010

Lagrimas derramándose

Había vivido tanto tiempo feliz, tanto tiempo rebosando de calor que había olvidado el frio, no recordaba la soledad ni la tristeza. Y ahora estoy aquí, sola y sufriendo, en este mundo al cual llamaba corazón, el cual fue nombrado tuyo, el cual estaba inundado de felicidad. Pero se hiso pedazos, no sé cómo exactamente, ni porque realmente, solo sé que la alegría comenzó a drenarse de este con una rapidez sorprendente, y que caía pedazo a pedazo, como un montón de arena que cae por entre los dedos de alguien muy lentamente, y cada grano se convirtiera en una lagrima, y un escombro en un mundo previamente feliz.
Se rompió la barrera que me separaba de lo exterior, que separaba lo real de lo utópico, y ahora siento cosas que no sentía hace tanto… dolor, dolor real y penetrante, frio, de ese que cala los huesos, y sobre todo soledad. Me encuentro sola en este mundo destrozado, y no quiero dar ni un paso fuera de él, aun tengo la esperanza de que se reconstruya, tal vez suene absurdo, pero la esperanza es lo último en perderse.
Se rompió mi burbuja, es espacio al cual llamabas nuestro metro cuadrado… y me niego a aceptarlo, no quiero llorar, no más, pero mis ojos se rebalsan de lagrimas de solo pensar en lo que antes era nuestro y ahora me parece tan extraño, no soy capaz de llamarte “mío”, y eso me duele.
Me encuentro sola, en un rincón dentro de mi roto corazón, con lágrimas cayendo, dolor inundando mi cabeza, y mi corazón aferrándose a mi pecho para no caer. Estoy sola, mi corazón y yo, mi corazón dentro de mí y yo dentro de él, ambos destrozados y acompañándonos sin otra elección que aferrarnos el uno al otro.

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