14 de febrero de 2011

Naburi Annu

El aire era espeso, pero a la vez claro, parecía que una neblina invisible entrara a mis pulmones cada vez que respiraba. El cielo mostraba la noche, pero una noche totalmente predecible, igual a cualquier otra que hubiera imaginado, era mas bien como un prototipo de noche. Parecía haberla estado esperando hacía ya mucho tiempo, ahí estaba, inmóvil, sin importar las horas que pasaban sin cesar, la luna siempre apuntaba su luz en la misma dirección, y las estrellas temían moverse.
Mi vista se perdió en la noche eterna, y no pude evitar que mi mente hiciera lo mismo. Comencé a pensar, en porque estaba sola, recordando a todos mis antiguos compañeros. Mis compañeros de vida, amigos y familiares. No alcanzaba a comprender de que manera había llegado a esa situación, a esa soledad... me era difícil forzar la vista para ver a la luz de la luna. Una luna hermosa pero no lo suficientemente luminosa para vivir con ella.
Después de mucho pensar y observar, mis ojos y mi mente cayeron rendidas, ya no quería seguir con esa difícil lucha con la noche infinita. Aún tenía la esperanza de que llegara el día, esperanzas que desaparecían cada vez que mi vista se alzaba hacia aquel cielo inmutable, ni siquiera las nubes podían interponerse ante su figura ya que parecían temer a esa luna dispuesta a quedarse un largo tiempo.
Cada vez se me hacia mas difícil respirar, y comenzaba a preguntarme que haría con mi tiempo, con mi noche... si me quedaría ahí sentada esperando un amanecer que parecía nunca llegaría o si tal vez buscaría la manera de encontrar ese anhelado amanecer.
Me la pase discutiendo conmigo misma sobre lo que haría, y llegue a la conclusión de que, en contra de toda naturaleza, formaría la llegada del amanecer. Ideé cantidad de planes estúpidos, lancé cuerdas hacia el cielo, intentado agarrar la luna para poder bajarla del firmamento, traté de iluminar mi camino con lamparas y luces e incluso subí a la escalera mas alta, con una brocha en mi mano empapada de pintura amarilla e intenté alcanzar a la luna para poder pintarla. Pero nada de eso funcionó.
Al fin me canse y decidí meditarlo mejor, me tendí de espaldas al suelo y observe cuidadosamente mi noche, pronto mi mente comenzó a aburrirse, pero seguía consciente de que no tenía otra alternativa, no sabía que mas hacer. Cuando comprendí que en ello estaba la respuesta, de pronto estaba todo claro en mi mente, yo estaba encerrada en mi propia mente sin entender que el problema era mio, que era mi noche, mi propia oscuridad y sombra. Solo tenía que buscar mi sol, pues si la noche era mía, el día también lo sería.
Recostada aún en el suelo estire mi mano hacia el cielo para poder alcanzar una imagen borrosa que había creado mi mente, pero al estirar por completo los dedos me encontré con otra cosa, una especie de papel me impedía llegar a mi preciado sol, hundí mis uñas en éste y desgarre con fuerza ese lienzo pintado de noche.
Al romper la oscuridad un rayo de luz me quemó los ojos, y cuando mi vista aclaró pude ver al fin el Sol, ese sol que me pertenecía, mi sol, y mi día.

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